sábado, 9 de abril de 2011

La Cena con Ale


La cena con Ale

Hace poco cenaba con una amiga: Ale.
Pero no sólo era una amiga: era mi novia…
Y no sólo era mi novia: era la chava de la que estuve enamorado casi todos mis años de universitario.
En la universidad, sólo en mis sueños más ambiciosos podía visualizar una escena como la que estaba viviendo: Ale y yo cenando, riendo, tomados de las manos, dándonos un beso de vez en vez. En la uni no me hubiera imaginado tanta belleza. Lo que antes era un sueño, ahora era una realidad.

Y no sólo me ocurrió esto con Ale… me ha ocurrido con muchas mujeres. No es que haya salido con todas las chavas que me gustaban en la universidad, pero sí he tenido la suerte de salir con prácticamente todos los modelos, prototipos de chava que me gustaban en la uni y que en ese entonces no querían salir conmigo.
Yo había cambiado. No sólo por los años que hacen que uno se vea más viejo… había cambiado enormemente mi actitud, mi convivencia, mi manera de relacionarme con las mujeres.

En algún momento durante la cena, Ale me platicó de un amigo suyo que trabajaba con ella. Pongamos que se llamaba Carlos.
Carlos era un tipo de mi edad. Era inteligente y talentoso… pero raro, extraño, tenía dificultad para relacionarse con las personas, en particular con las mujeres.
- Es brillante y, cuando le hayas el modo, simpático –me decía Ale- pero es algo extraño en su forma de ser. Nunca lo hemos visto con ninguna chava, y no es que sea gay.
- ¿Entonces? –pregunté yo, intuyendo la respuesta.
- Es que es raro, no sé –me decía Ale- creo que siempre se enamora de la chava equivocada, la que no lo va a pelar…
- Conozco la dinámica –dije esbozando una leve sonrisa-
- ¿Cómo que conoces la dinámica?
- Claro Ale: yo era así, como tu amigo Carlos
- Nooo, tú no eras así –me dijo no sé si por reflejo, cortesía o mala memoria-
- Claro que sí Ale. Yo era así… por eso no me hiciste caso hace años- le recordé amablemente mientras le daba un besito en la mano.
Ale rió, cerró los ojos y recargó su cabeza en mi hombro un instante. Continuamos la charla y la cena. Al terminar la velada la llevé a su casa y volví a recordar lo afortunado que era yo al tener oportunidad de hacer realidad mis sueños.
Al día siguiente, mientras desayunaba, recordé la charla con Ale. Recordé al tal Carlos. Me hubiera gustado charlar con él, aconsejarlo, diciéndole que yo era como él y que, aún siendo una persona inteligente y sensible (artista, científico, nerd…) se puede salir con la chava que más te guste, y para muestra un botón: yo era la prueba de ello. Y, entonces… y tuve una revelación: escribiría un libro al respecto, un libro para Carlos, para mi antiguo yo y para todas las personas que, como nosotros, no saben cómo conquistar a su princesa Leia, a la mujer de sus sueños.

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